¿Dónde anduvieron todos estos años?

Buena siesta, ¿Cómo estás?

El fortalecimiento radical lleva a dudar. Sin la centralidad temática del peronismo como obsesión de peronistas y antiperonistas, el radicalismo es la contraparte que siempre estuvo ahí. El resurgimiento es un fenómeno de alcance nacional, pero con peso propio en Uganda

Para contar esta historia en serio, hay que ir hasta la laguna de Setúbal en 1969. Cuando un grupo de jóvenes fundó la Junta Coordinadora Nacional, una fracción de izquierda democrática que rechazó la lucha armada, pero se ordenó en torno a la Contradicción Fundamental. 

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¿Quiénes fueron? Los que, quince años después, constituirán el núcleo vigorizante del alfonsinismo. Esos que con las ciencias sociales vencieron a la razón militar. Una formación triunfadora para enfrentar con Ciencia y la Cultura a la Religión y las Armas. Adobadas, éstas, con los pactos burocráticos-sindicales. El esquema conceptual de la democracia o la dictadura

Las cuotapartes ideológicas podían repartirse entre el desarrollismo de Sylvestre Begnis y el encanto institucional de Arturo Illia. Al romperle a Balbín en los primeros setenta, lo que traía Alfonsín al Movimiento de Renovación y Cambio, calzó perfecto con la influencia sesentista de la Franja Morada y el ascendente de la Coordinadora. 

En el cierre de la campaña de 1983, Alfonsín recita el preámbulo de la Constitución ante una multitud conmovida. En un país deficitario, endeudado y de salida del horror. Se enfilaron los intelectuales repatriados, los laicos esperanzados, los revolucionarios que adoptaron la socialdemocracia europea, y el país de clase media sensible al sentimiento peronista, pero que odia las estructuras fundamentales del justicialismo. Hasta mediados de 1987, meses más, meses menos. 

Los protagonistas de esta parte de la historia son los que hicieron crecer el nombre de los ochenta como una herencia. Niños de la democracia que fueron jóvenes con fervor antimenemista y, en la década kirchnerista, hicieron carrera, entrecruzados, en los think tanks del Estado: los Parlamentos, la Justicia y la Universidad.  

El alfonsinismo, esa vocación de mayorías boina blanca, no decantó electoralmente en nuestra provincia. Ganó el de Chascomús en Rosario, perdió Aníbal Reinaldo la gobernación de Santa Fe. Por un punto y apagón contra José María Vernet, contador de la UOM. 

Fueron una realidad de la idiosincrasia, un bien de familia. Los radicales le dieron la vuelta al cancionero de la democracia con frenesí intelectual, rock y la iniciación en los negocios públicos. Y cargaron con el vanguardismo metodológico como una nostalgia. La némesis menemista que asedió su pasión progresista y su antiperonismo formativo. Esa euforia por la llegada teórica y definitiva a la Internacional Socialista.   

Detrás de las multitudes cívicas del 83, estaban los artistas y los intelectuales intransigentes, los entusiasmados con Alende, los comunistas enamorados de la técnica de la democracia, y los que perseguían el único ideal de ganarle al peronismo.   

La dirección iba de la ciudad universitaria a la provincia sin universidades. Y ofrecía la condena a los noventa como un marco teórico para el reencuentro en la Alianza. Hasta la bancarrota del 2003. 

La derrota pareció cultural. Y alguno de esos jóvenes, siguieron la secesión de Carrió. Se pusieron a cavar en la franja ancha del progresismo. Que encontró en la Uganda no peronista, una combinación idónea de factores políticos, financieros y creativos. Una sociedad civil para explicar. 

Pero se dispersaron. Otra vez, tiró el caballo provincial adelante, y el alma nacional tiró para atrás. 

El último gobernador radical asumió hace 60 años. Y ya nadie le tiene fe al Frente Progresista. Ahora, la UCR llama a todos los libres del mundo contra el peronismo. La geografía regional del radicalismo intenta sintonizar con el envalentonamiento nacional, guiado por el arte nosigilista de la sobrevivencia traído de aquella Coordinadora. 

Todos estos años, cuidaron una paciencia estratégica. La frustración del 2001 les costó 15 años. Y de la frustración ajena supieron alimentarse. La vía javkinista al larretismo persigue el sueño de un Primer Gobierno Alfonsinista para Santa Fe.

Aunque la simbiosis de buenas ideas y arquitectura habilitada, es asunto principalmente del Puerto. En las demás localidades, el músculo lo ejercitan más al expulsar a Saín. Los modales de la Transversalidad tienen sus costos. En el 2007 se materializó en la provincia con un papel secundario. Como en 2015 en la nacional. 

Al ser nacional, el radicalismo implica una épica de los equilibrios. Una utopía para la gestión de tareas sin romper la comunidad. Como en la zamba de Ariel Ramírez, “dicen que andan diciendo que en los comicios nos ganarán, estos ni se imaginan que hasta las piedras son radical”.

Homenaje a Raúl Alfonsín en el Foro Cultural

Ahora, con ganas de revancha, luce sus genes de partido de poder. Con arraigo territorial, experiencia de gobierno y conocimiento de las nociones instrumentales del Estado. El sentimiento profundo del país que se organiza en instituciones y contratos. 

Acá están, pero ¿Quiénes son?

Pablo Javkin, con el templo de la UNR gobernado por Franco Bartolacci, el Buen Rector, con la pragmática de la contención, y el temperamento legislativo de María Eugenia Schmuk, intenta cerrar los cuadrantes de Uganda en sus inmediaciones.

Pero está la otra Fe. Y ahora hay candidatos del afuera que pretenden entrar a la Ciudad. 

Pullaro, desde el Sur, donde el radicalismo se hizo proverbial, anduvo a la zaga de los médicos socialistas y el ingeniero sutil rebotero de área. Es el exministro de Miguel. Desafiante como cuando el intendente Usandizaga denunciaba fraudes. Con los códigos de la autoridad. Tiene peso legislativo y la presidencia del partido provincial. Es el primer hincha del Frente de Frentes.  

En esa misma fe abreva Carolina Losada. Con el nombre académico del Litoral. Y ayudada con la compañía de un intendente del Norte, Diosinio Scarpin. El Wellington de ese Waterloo que fue el affaire Vicentin. 

Eso en la superficie. Para contar esta historia verdaderamente en serio, hay que decir que el radicalismo de Uganda es interesante porque los personajes más atractivos no están en el centro de la escena. Uno: Julián Galdeano, como positivista lógico que es mejor haciendo que siendo. El otro, el diputado Ariel Bermúdez, el Evangelio según el Facha. Encarnan el Verbo radical: están. 

Es cierto, no alcanza el newsletter para toda la historia. Como tampoco la siesta para un buen sueño. Así que la seguiremos en otra ocasión. Que tengas una buena semana.