Una utopía sin techo

Buen lunes. Espero que esta semana los y las encuentre bien. Yo solo espero que sea mejor que la que pasó.

La semana pasada tres ciudades del cordón industrial quedaron a oscuras por un incendio en la planta transformadora de Capitán Bermúdez. Cinco días sin luz. La cabeza piensa muchas cosas cuando lo único que puede hacer, ya caída la noche, es mirar la sombra que dibuja una vela en la pared. 

Muchas cosas. La mayoría son dramas cotidianos. Problemas de heladera llena, de corazones inquietos. 

¿Podré volver a comer el queso que dejé en la heladera o tendría que comerlo todo ya? ¿Podré usar esa leche para el café de mañana? ¿Cuánto tarda la carne en descomponerse? ¿Mis vecinos se preguntarán lo mismo? ¿Y los de más allá?

Porque más allá, en otros barrios, el corte de luz afecta el funcionamiento de las cosas de otra manera: el frío, por ejemplo, que es evitado en muchas de estas casillas mediante estufas eléctricas. ¿Dormirán abrazados?, ¿O correrán el riesgo de prender un fuego, jugando con la muerte para evitar el  viento que se cuela por las paredes? ¿Tendrán comida en la heladera pudriéndose? ¿Tendrán comida?

Volviendo a mi casa una de esas noches. Lejos de la avenida me invadió ese miedo que ya es casi cotidiano: el de la inseguridad. Recuerdo el día en el que vi por primera vez mi calle pavimentada. La gente no come con obras públicas, pero que cambia la vida tener alumbrado y cordón es innegable. Una no se siente tan a la deriva. Ese día entendí una nueva razón que motiva este pedido en muchos barrios. Una vez una vecina de Copello me decía entre lágrimas que estaba cansada de que a sus hijos los discriminen en la escuela porque llegaban con las zapatillas embarradas. El problema no es el barro. 

¿Qué se hace con una injusticia cuando se vuelve algo cotidiano?

El sueño metalizado

El mapa de los barrios populares en Argentina presenta un manchón azul entre Santa Fe y Buenos Aires, pero, al hacer zoom, los puntos azules se aglomeran uno sobre otro, hasta generar una franja, en Rosario y alrededores: puntos azules amontonados para señalar que ahí vive gente amontonada, sin agua, sin luz, sin gas.

Si hacemos más zoom, encontramos en Baigorria un barrio condenado desde el nombre: Camino Muerto. Al fondo de la calle Eva Perón, a metros del ex centro de detención La Calamita y la Circunvalación 25 de Mayo. Al oeste las vías del ferrocarril, como un peligro más. 

Camino muerto es un asentamiento nuevo. Los números no pintan la realidad pero ayudan a proyectarla: actualmente lo integran 300 familias. La mayoría de ellas se asentó desde el año 2016 a esta parte. En apenas cinco años el barrio creció pasando de cincuenta familias a las que son actualmente. Más de mil personas viviendo en un puñado de cuadras delimitadas por los vecinos. Dos espacios verdes para que los pibes y las pibas tengan donde jugar. Dos arcos y una pelota para olvidarse por un rato que el suelo que pisan está olvidado.

En el 2016 fueron relevados por primera vez por el Ministerio de Desarrollo Social. Desde ese momento hasta ahora, el barrio cambió de forma. Incluso los vecinos se organizaron y consiguieron engancharse al paso de agua más cercano para poder acceder al menos a ese servicio básico.

Camino Muerto es uno de tantos barrios que anhela su urbanización. Está proyectándose y  dentro de las prioridades. Las obras, a cargo de la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU) y, en este caso, la Universidad Nacional de Rosario, tienen como objetivo el desarrollo de la red de agua potable, desagües pluviales, cloacas, conexión eléctrica, alumbrado público, forestación con árboles nativos, entre otras cosas. Por otro lado, al estar incluidos en el RENABAP no pueden ser desalojados. El hecho de ser considerados barrios populares da por entendido que ahí viven ocho familias, o más, que en la mayoría de los casos no cuenta con un papel que diga que son dueñas de ese suelo.

En Santa Fe son un total de treinta y tres barrios con obras de urbanización con una inversión nacional de más de 6.400 millones de pesos. Treinta y tres barrios a la espera de una firma para ser urbanizados. Una firma para incorporar estos deseos a las acciones estatales, como realidad efectiva. ¿Qué es lo que esperamos del Estado cuando hablamos de integración socio urbana? 

En 1920 el sociólogo Robert Park escribió: “La ciudad es uno de los inventos más consistentes y, en última instancia, de sus intentos más exitosos de rehacer el mundo que habita a partir de los deseos de su corazón. Pero si la ciudad es el mundo que el hombre creó es el mundo en el que de ahora en más está condenado a vivir. Al hacer la ciudad, el hombre se ha rehecho a sí mismo”. 

¿Qué ciudades hemos creado y cuáles queremos crear?

Espero que coincidamos en que no queremos ser un sujeto creador de una ciudad en la que siga habiendo excluidos sin derecho al suelo, al espacio, a la comunidad.

Un cuarto propio

A mis casi 30 años muchas veces no me veo adulta. Hay algo en la idea de maduración que conlleva la conquista del espacio propio. Todavía en la casa de mis viejos muchas veces reniego, y muchas, la gran mayoría de veces, agradezco. Por el techo, por la comida, y por no lidiar con inmobiliarias. Releo: la casa de mis viejos. Dije bien. Es que ya estoy en ese momento de la vida en el que esa casa familiar no es del todo mía.

Sin embargo, he hecho de mi pieza ese espacio al que sí puedo nombrar como propio. Desde donde pienso ahora cómo harán tantas mujeres y hombres que tienen que compartir su espacio con otras personas. A veces hasta dos generaciones bajo el mismo techo metalizado. Los sueños mezclados.

El sueño de la casa propia, el derecho al espacio íntimo y personal, a cuatro paredes entre las cuales construir una vida, y sueños nuevos a su vez, es algo que parece cada vez más lejano. El último censo demostró que, al contrario de lo que se esperaba, no crecimos tanto. No nacieron tantos argentinos. En los grupos de WhatsApp se comenta el tema: “Estos millenials no quieren tener hijos. Ya no hay institución que se mantenga en pie”. Otro responde: “¿En qué parte de mi monoambiente pondría la cuna del bebé?”.

Daniel Santoro. "El sueño de la casa propia". - El Anartista

En el transcurso del armado de esta entrega, las conversaciones giraban en torno al tema de la vivienda. Me sorprendió cuántos estamos mirando ese sueño como a un abismo. Sin techo ni suelo. Aventurarse, ya no a comprar, si no a alquilar es, para muchos, un salto al vacío. Sin embargo, en la búsqueda de cuatro paredes, nos aferramos a algo. Porque donde hay un sueño, nace una necesidad. Y de las necesidades nacen los derechos.


Una de mis amigas me comenta: “El otro día tuve una reunión con mujeres de un barrio popular de Granadero Baigorria. Me preguntaron si no sabía de algún terreno para comprar, que tenía $30.000 ahorrados. Que el marido está con trabajo estable, y que cobran dos asignaciones universales. ¿Cómo hago para no quemarles ese sueño?”

Todo esto termina con un taxi de madrugada cuando el tachero me dice: “Ahora ni siquiera si te ganas el Quini podés hacer algo en este país. Más vale irse afuera con todos los billetes y listo. No hay futuro para ustedes los jóvenes”.

¿De repente nos robaron el sueño de ganar el Quini también?

La próxima seguimos. Que tengas buena semana.

Ah, me olvidaba, el ganador del sorteo del libro Linchamientos: la policia que llevamos dentro que hicimos por Twitter e Instagram es @guidofiora. Gracias a quienes participaron.