Qué susto ver al suelo hundirse antes del salto
Hola. Otro lunes, pero este es especial. Se cumplen dos meses de nuestra primera siesta. Durante estas nueve notas, quisimos pausar la prisa de los lunes.

Por Uganda 30 de mayo
Hola. Otro lunes, pero este es especial. Se cumplen dos meses de nuestra primera siesta. Durante estas nueve notas, quisimos pausar la prisa de los lunes.
Hoy llevamos al paroxismo esa costumbre. Hoy queremos hablar del elefante en la habitación: la inseguridad. Que en Uganda es una crisis del susto.
Para escribir este texto le pedimos ayuda a nuestros amigos los libreros. Mezcla de jefe de cátedra y penúltimo almacenero, ellos toman como nadie la temperatura intelectual de la época. Por eso fuimos al Juguete Rabioso, Paradoxa, Oliva y El Trocadero. En cada lugar nos recomendaron uno de los libros que componen esta producción, permitiéndonos hacer sinapsis, linkear y cruzar data, y, en lo posible, construir pensamiento. Vamos.

Lo que puede un cuerpo
Hace rato que en Uganda la ficción no es competencia de la realidad. El asombro se va perdiendo en las profundidades del susto.
En El cuerpo del delito, Josefina Ludmer, historiza la literatura argentina a partir de cuentos que tengan como tema al delito. El crimen es para la autora instrumento de crítica literaria. Desde la violación en manada de El Matadero de Echeverría a la estafa que significa todo el proyecto creativo de César Aira.
Ludmer dice, en el programa de su manual, que el cuerpo del delito no es un conjunto de autores y cuentos arremolinados como entidades autónomas, sino un corpus organizado en un gran espacio-tiempo, que termina por definir una cultura. Nos tomamos una licencia para reemplazar las palabras “cuento” y “manual” por las palabras “hecho” y “ciudad”, y decimos: lo que ordena el funcionamiento de Uganda es el crimen.
Fundada como posta de caminos, enseguida se transformó en el centro de contrabando que sigue siendo. El único cambio lo que vendieron: primero fueron bienes muebles, después vino la trata, y en el siglo veintiuno se agregaron los cereales y las drogas.
Pero hoy la cosa se desbocó. El orden está desordenado. Ningún sector del crimen o de quienes debieran combatirlo logra imponerse. No hay un programa que unifique el corpus de los hechos. En el medio quedamos los ciudadanos, lectores pasivos de un manual macabro.

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El monopolio de la violencia está en subasta y la puja la van ganando los pequeños inversores.
Estamos bajo el azote del sustismo. Es este un hermano menor del terrorismo. No hay estructuras complejas ni grandes capos transnacionales que amenazan la ciudad desde sus márgenes. Su forma organizativa rara vez excede el tercer grado de separación. Pero de igual forma las calles se vacían y todo el mundo anda procurando no recibir el número ganador en la lotería de la anomia. «Esto no es vida” se dice en Uganda frente a cada muerte. Luego, la encogida de hombros: si el miedo paraliza, el susto obliga a seguir.
Hay un movimiento “Sé tu propio Jefe”, versión cabeza. Emprendedurismo criminal. La iniciativa privada del fondo de olla. Se entremezclan hijos de, nuevos ricos y gente anónima con ganas de ganar guita o prestigio, que aprovechan la oportunidad e inician su propia Pyme ilegal. Y lo que venden no es tanto droga, sino, y sobre todo, susto. De ahí obtienen su plusvalía.
Sayak Valencia, en Capitalismo Gore, se pregunta hasta qué punto el repudio al negocio de la violencia no ayuda a fortalecerla. Se sabe: no existe la mala publicidad. La condena que el Círculo Naranja sobreactúa, sin atacar las bases que permiten el florecimiento de estas empresas criminales, ayuda a apuntalarlas. Repudio y condolencias no se niegan a nadie.
Es una ficción ciudadana podrida desde los cimientos. Sin los flujos de dinero taca taca provenientes del crimen organizado, nuestro aparato económico se derrumbaría. Sin las oleadas de robos y asesinatos y su saldo convertible en influencia, el curro no vale la inversión. Sin el susto que la atraviesa no se comprende por qué Uganda está ahogada en un vaso de agua, tan turbia como el Paraná.

Estado sin estaño
El primero de mayo se incendió la Secretaría de Desarrollo Humano de la Municipalidad de Rosario. La pericia encontró rastros de un líquido inflamable entre el mobiliario achicharrado. El día anterior, Martín Stoianovich había publicado una nota en la que contaba sobre el comedor comunitario que Ariel “El Viejo” Cantero apadrinaba en la Vía Honda, con asistencia del Estado Municipal.
Cualquiera pensaría que la ecuación es simple. Un 2+2. Ojalá. Lo que ocurrió fue, tememos, algo peor que un crimen. Fue un error.
Parecería que nadie en el Municipio sabía que estaban brindándole ayuda a Cantero para darle de comer a una villa. Y que nadie, ni en el gobierno provincial ni en la Justicia, consideró pertinente advertir que uno de los sindicados narcos más peligrosos del país, recientemente detenido en un operativo espectacular, era además un referente barrial que administraba indirectamente recursos estatales.
Que el Viejo, más allá de sus delitos probados y por probar, esté en su derecho, como cualquier ciudadano, de realizar proselitismo, es otra discusión. Pero si los sustistas tienen de rehén a una ciudad entera es, sobre todo, por la falta de inteligencias.
Insistimos en el plural. Faltan o fallan aparatos estatales que recopilen información, la centralicen y la pongan a disposición de quien corresponda. Tampoco existe astucia para entender la realidad que se administra. Como Yerry Mina frente al Dibu Martínez, se exagera una situación manejable. Y a la hora de rendir todes se van diciendo yo no fui. Hay políticas de Estado, pero faltan políticas de estaño.
Es esa cualidad, en apariencia intuitiva, que Jauretche denominó estaño, la principal carencia de quienes están a cargo de hacernos sentir seguros. Hay funcionarios que son bichos. Pero colapsados por lo urgente, reventados por la agenda de la política para políticos, se les calcifican sus capacidades.
Con apenas un grabador y su olfato periodístico, Stoianovich, autor del libro de crónicas Quién cavó estas tumbas, describió una falla estructural del sistema político de Uganda.

En la selva se escuchan tiros
Teniendo esto en cuenta, se entiende el por qué de la inacción de los distintos gobiernos.
Desestimamos el mp3 de Señor Cobranza. El decir que todos coaccionan. La indignación frente a los que son socios en la joint venture de esta jungla. El sentido moral de ese tema, con sus absoluciones o condenas, es ajeno a estas líneas.
Hablamos de aquellos que en verdad se preocupan, pero no se ocupan. Es que no podrían. El juego en el que estamos escapa a la lógica a la que está acostumbrada la política. Porque no hay campos definidos. Las víctimas del sistema, adoradas por el garantismo, en Uganda se vuelven victimarios. Los guardianes de la ley son sus principales transgresores. El lucro sustista es un gordito dueño de la pelota: rompe toda regla incluyendo las que impone.
Se vuelve necesario otro enfoque. Y conlleva algo que no abunda: tiempo.
Porque mientras tanto se radica un nuevo problema. La materia no tolera el vacío. En un cuerpo, si un órgano es incapaz de funcionar, otro intenta reemplazarlo. Casi siempre fallará, cierto. No importa. La especificidad no determina el ejercicio.
En Linchamientos. La policía que llevamos dentro distintos autores tratan de abarcar los casos de eso que se llama justicia por mano propia, y lo que queda claro es que eso es una categoría válida. Se trata en última instancia de lo inefable: gente común transformándose en asesinos.
Batman es efectivo como relato porque es uno solo. Porque es un millonario trastornado. Decenas de laburantes amasijando a un choro escapa a toda regla o marco de comprensión. Y la cosa ocurre también a la inversa: cuatro delincuentes matan a un policía en un control de rutina, y nadie sabe qué pasa a continuación.
Dijo el poeta: de los laberintos se sale por arriba. Qué susto ver al suelo hundirse antes del salto.

Títulos, autores y beneficios
Como parte de nuestra comunidad lectora, durante el mes de junio podés conseguir con descuento los libros que componen el estado del arte ugandés.
El cuerpo del delito, de Josefina Ludmer tiene 10% de descuento en El juguete rabioso.
Capitalismo Gore, de Sayak Valencia, tiene 10% de descuento en Paradoxa.
Quién cavó estas tumbas, de Martín Stoianovich, tiene 10% de descuento en Oliva.
Linchamientos. La policía que llevamos dentro, compilado por Ariel Pennisi y Adrián Cangi, tiene 10% de descuento en El Trocadero.

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