No quiero ser la protagonista de un podcast
Es martes por la noche. Tomo mi tercer cortado en un bar, los auriculares me aíslan de una realidad para meterme en otra. La voz de Flavia Campeis y la música de Julieta Sciasci, Francisco y José Mateucci, me transportan a septiembre del 2011 en la ciudad de San Lorenzo. En Spotify se reproduce Una desaparecida: el primer capítulo de los cinco que integran la primera temporada del podcast ¿Dónde está Paula?

Por Sofía Fernández 16 de mayo
Buen lunes. Es un gusto volver a encontrarnos.
Es martes por la noche. Tomo mi tercer cortado en un bar, los auriculares me aíslan de una realidad para meterme en otra. La voz de Flavia Campeis y la música de Julieta Sciasci, Francisco y José Mateucci, me transportan a septiembre del 2011 en la ciudad de San Lorenzo. En Spotify se reproduce Una desaparecida: el primer capítulo de los cinco que integran la primera temporada del podcast ¿Dónde está Paula?.
Una vibración me distrae. Bajo la mirada hacia la pantalla del celular. Abro WhatsApp. Reproduzco un audio: “Amiga, la encontraron muerta. El hijo de puta la había enterrado en un contrapiso en el patio. Está prófugo”. Pasado y presente se conjugan en un punto en común: la muerte.
El cuerpo sin vida es el de Nora Escobar.

La reproducción del episodio se mezcla con las voces entrecortadas de la chorrera de audios que me llegan de los grupos de organizaciones feministas. No quiero volver a la realidad. Pienso que todo esto que pasa en mi teléfono puede llegar a ser material de archivo. Me invade un recuerdo: ¿Por qué siempre me interesaron estas historias? La que estoy escuchando y la que llega por WhatsApp. Me encuentro de chica devorando relatos llenos de errores de ortografía, íntimos, sencillos. Foros, blogs, grupos de Facebook, en los que me pasaba horas y horas devorando publicaciones de asesinos seriales y crímenes reales. Empiezo a pensar este crimen en clave narrativa.
Anoto los hechos como un podcast:
(Cortina instrumental que indique incertidumbre)
(Locución) Nora estaba desaparecida desde el 22 de abril. Ese fue el último día que alguien la vio. Karen, su hija, se enteró días después que ella ya no estaba yendo al trabajo. Los jefes le habían preguntado si ella sabía algo de su ausencia. Al mismo tiempo, el entrenador de su mamá le comentaba que también estaba faltando a entrenar y que dentro de poco tenían una maratón. Karen cuenta que cuando fue por primera vez a buscar a su madre a la casa que compartía con Gregorio Brítez, en el barrio Martín Fierro de Granadero Baigorria, éste le dijo que no la veía hace tres meses, y hasta la acusó de haberse ido con otro.
Ese día Karen se va. En el fondo de la casa, el cemento hecho hace unos días se seca lentamente. Se sabría luego del hallazgo que quien le abrió la puerta la había asesinado de 17 puñaladas.
(Se escuchan una puerta cerrarse y los pasos yéndose por una calle a lo lejos)
(Silencio)
El true crime como formato está en auge en Rosario y sus alrededores. El podcast es el medio por excelencia del momento para consumirlo. Vuelvo al recuerdo. Mi adolescencia frente al monitor de una computadora que funcionaba a duras penas. Consumiendo historias clásicas. El Petiso Orejudo, El Ángel Negro, El hombre de la bolsa, Yiya Murano. Ahora la diferencia está en que soy contemporánea a las historias que escucho. Y más que relatos de asesinos ahora escucho historias de víctimas. Lo que me rodea se transforma en contenido. Pienso en mis gustos: ¿Por qué me pasaba tanto tiempo leyendo historias anónimas, escritas así nomás? ¿De qué me escapaba? ¿Ese lugar era mi refugio al televisor prendido con el noticiero en el comedor de mi casa?
Termino el primer capítulo del podcast. En esa época terminaba la secundaria y quería estudiar periodismo para dedicarme a Deportes o a Policiales. No hice ninguna de las dos. A mis 18 años desapareció Paula Perassi en San Lorenzo. Su historia. Tenía 34 años y estaba embarazada. El caso. Investigaciones, encubrimientos, marchas. Un duelo que comenzó cuando se dio por hecho el desenlace final. Una lucha que sigue en pie y un padre que sigue buscando. Alberto Perassi quiere los restos de su hija para que su familia tenga un lugar donde llorarla.
A los días, me contacto con Martín Parodi, productor artístico del podcast que venía escuchando ese martes por la noche cuando me entero de la noticia de Nora. Él me responde: “La válvula de escape para contar esta clase de historias está en el podcast por la intimidad del lenguaje sonoro, por el formato serializado, la escucha amable, los tonos de voces menos exaltados y la escritura más narrativa. Es un canalizador perfecto para devolverle la humanidad al periodismo.”
Algo me moviliza más allá del formato. El caso de Nora se une con el caso de Paula. El recuerdo de mi obsesión por los crímenes me empuja a seguir indagando. Hay algo que se une. Anoto dos preguntas que se transforman en tres.
¿Cómo contar en pocos minutos lo que pasa cuándo los que tienen que actuar no lo hacen? ¿Cómo hacerlo sin caer en el morbo? ¿Cómo invitar, en esta época tan desalmada, a desnaturalizar las muertes injustas?
Con estas preguntas le hablo a Flavia Campeis, una de las mentes por detrás de esta historia. Ella está en Ecuador y me manda un audio: “Los podcast que abordan temas políticos, sociales, de género, están teniendo protagonismo porque cuentan estas historias que nos pasaron a todos y todas, de una manera atractiva, permitiendo desde la selección exhaustiva de los sonidos y silencios, recrear el paisaje sonoro del caso. Invita a despertar otro sentido, sin caer en lo sensacionalista”.
Al mismo tiempo me llega otro audio de Martín. La duración recomendada para los podcast de la zona en la que vivo es de entre 10 a 15 minutos. Es lo que tardamos en movernos de un lugar a otro en la ciudad. Un trayecto, un capítulo. Un bondi, una reproducción. En ese tiempo se debe armar una atmósfera, generar una sensación, promover una reflexión, abrir una pregunta: ¿Podré hacerlo si me lo propongo?
Los números me dan vueltas en la cabeza. Paula está hace diez años desaparecida y solo hay dos condenados. Nora estuvo una semana desaparecida y, por ahora, hay dos imputados. Es el séptimo femicidio en lo que va del año en Santa Fe. Se contabilizan más de cien en todo el país.
La intimidad aparece. Yo también soy de Baigorria. Hay algo que se mueve en esto y hay una serie de imágenes que no puedo borrarme de la cabeza: matar a una persona, enterrarla y tirarle cemento con cal arriba para ocultarla: ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que hace eso y se escapa, que deja todo atrás, y aparece a los días a mil kilómetros de su ciudad?
(Efecto de sonido: una patrulla policial se desvanece a lo lejos)
(Locución) La primera vez que allanaron la casa de Brítez no excavaron, aunque les llamó la atención lo reciente del contrapiso. Días después, al verificar la última ubicación del celular de Nora, lo rompen y la encuentran.
(Sonido de herramientas rompiendo el cemento)
(Locución) Cuando esto pasa Brítez ya está prófugo. A un paso de fugarse en la frontera de Paraguay. En Baigorria, mientras tanto, cae detenido su amigo, Antonio Lipari, quien lo habría ayudado a ocultar las pruebas del asesinato, sería la misma persona que le habría dado dinero para iniciar el intento de escape.
(Silencio)
(Música instrumental para enlace)
(Locución): En el mes de marzo Nora había denunciado a Britez por violencia de género en reiteradas ocasiones. Era laburante y según había trascendido estaba buscando un departamento para mudarse. La acción por parte de las autoridades llegó mal y tarde, como suele pasar en estos casos. Paralelamente su hija y algunos vecinos stalkeaban las redes sociales de ella y su pareja: buscando claves, atando cabos. Ni la fiscalía ni la policía hicieron cosas como tendrían que haberlas hecho.
(Sonidos de la marcha por Nora)
(Locución) El martes 10 de mayo del 2022 aparece el cuerpo por la tarde. A las 21 horas de ese mismo día se confirma que el cuerpo es el de ella. Una ciudad se moviliza. Los vecinos y vecinas del barrio Martín Fierro se preguntan: ¿Qué no habremos visto? ¿Qué podríamos haber hecho?
Los apuntes quedan como borrador. Lo que se vive me agota. Cada 25 horas asesinan a una mujer. Mientras, los podcast sobre crímenes siguen creciendo en números de escuchas. La realidad supera a la ficción. Yo solo sé que no quiero ser protagonista de ninguno.
Me desahogué. Este newsletter tiene más preguntas que respuestas. Nos vemos el lunes que viene. Cuídense.

Sofía Fernández (1992) es periodista. Redacta para Noticias D. Coordina y produce la Revista Posta de Ideas. Trabaja como CM para el centro cultural Estación Cultural, entre otros.
Notas relacionadas
-
8 de mayo Una ciudad por fabricar
-
10 de abril ¿Puede un puerto fundar una ciudad?
-
5 de diciembre Dibu Martínez hace terapia
Por Sofía Fernández
-
22 de agosto Metropolitana
Por Sofía Fernández