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Las ciudades de Dios

Sofía Fernández reconstruye una de las tantas ciudades en las que Diego Maradona hizo de lo suyo. Para no hacer de su ícono pedazos, conversó con quienes lo vivieron de cerca. Para hacer de él un ícono, se acercó a quienes creen en él más que cualquier otra cosa. Uganda y D10S, dos piezas imperfectas que alguna vez supieron encajar.

Fotografía de Sofía Fernández

Por Sofía Fernández 31 de octubre


Mandamiento N°5: Difundir los milagros de Diego en todo el universo.

Buenos días, ¿Cómo estás? Feliz navidad para vos.

Año 33 d.D

En una casa de familia suena el teléfono. Atiende un joven de apenas 17 años. Del otro lado, su padre le dice que lo lograron. La gran hazaña está hecha. Que en unas horas vuelve de Buenos Aires a Uganda, y lo hará con el contrato debajo del brazo. El contrato con la firma de Dios. 

El que recuerda es el periodista Emiliano Cattaneo, hijo de Walter, el presidente de Newell’s Old Boys que logró que, en el 93, Diego Maradona vistiera al menos en cinco partidos los colores del parque. Pero más allá de eso, logró que Dios pise Uganda durante algunas semanas. 

En plena primavera menemista, Héctor Cavallero ocupa el lugar de poder en una Uganda que no era lo que es ahora. Según Cattaneo aún guardaba el aspecto de interior, de intimidad, una especie de paraíso, pero con diversión. Noche, mucha noche, pero oculta. A eso, y otras cosas, Emiliano le atribuye la llegada de Diego. La falta de testigos. La posibilidad de guardar un secreto. La mística de las calles en silencio y los bares con vidrios oscuros o sin ventanas. No había testigos, y eso, al Dios sucio, le gustó. 

Lo adjetivo así porque si hay algo que decir del Diego, es que es el hombre de las mil vidas. A Uganda llegó el Dios golpeado, conquistador de Europa, el que burló a los verdugos de nuestra independencia con un gol ilegal, el que fue verdugueado, a su vez, por los excesos. El que intentaba recomponerse tras una salida un tanto escandalosa del Sevilla, pelea con Bilardo mediante, y más. Con un mundial que se acercaba y un sueño que se renovaba en su cabeza.

Por otro lado, para Roberto Garcia, la figura del Diego que llegó a Uganda fue la politizada. Trajo lo aprendido del sur de Italia, también de sus tropiezos, y en concordancia con una época con épica, un espíritu revolucionario y contestador. Puteador del Vaticano y de la FIFA. ¿Qué ciudad le correspondió a este Diego? La Uganda en la que ya se empezaban a notar los primeros indicios de organizaciones sociales, en la que había pobreza y una desocupación en aumento, las miles de bocas de Graciela Sacco que denunciaban el hambre, y la vida entre pizza y champagne con los mediáticos en la TV de todas las casas de familia. Maradona no fue un crítico de esto, pero su presencia en la ciudad fue un combustible para el espíritu de miles de personas que deseaban encontrar un poco de fe. 

Roberto consiguió hacerle una nota para la revista Cablehogar. Me cuenta que cuando le pidió una foto para ilustrar la nota y el fotógrafo se puso en posición, Diego le dijo que esperara. Y mandó a llamar a Don Diego para que participara de la imagen. “Llamá al papi para que salga en la foto”. 

Entre tantos análisis coyunturales, me olvidé del otro Diego: el sensible. El casi niño. El pelusa. Ese también llegó a Uganda. Y trajo consigo alegría y algo de esperanza. Tocó miles de corazones que demostraron su amor cada vez que pudieron. Y lo siguen haciendo.

Diego dejó millones de símbolos por todo el mundo. Símbolos interpretables hasta el cansancio. La devoción de los fieles es criticada por muchos. Muchos de los cuales nunca tiran la piedra porque no están libres de pecado. La crítica viene por todas esas otras vidas que vivió Diego. Y para mí, eso también es parte de la religión.

Año 38 d.D 

En 1998 Hernán Amez y Héctor Campomar fundaron la Iglesia Maradoniana. Esa que, en el marco del nacimiento de Diego, festeja la navidad desde 1998. También las pascuas en cada aniversario de los goles a los ingleses. La celebración de algo tan extraordinario como lo es la resurrección. 

Fue creada en Uganda, luego de que los dos mencionados, al cruzarse por la calle en zona sur, un 30 de octubre, se miraran y sin dudarlo se desearan una feliz navidad. En 2001 celebraron una de las primeras navidades con muchas más personas: ya eran 120. Este año, la nochebuena se celebró en el club Servando Bayo, con música, regalos y la cuenta regresiva para el brindis de las 12, cuando se cumplió un aniversario más de la llegada de Diego.

En dieciocho años captaron a más de 500 mil fieles en más de 60 países. Incluso puede verse el video de la celebración de un casamiento maradoniano en México. También realizan bautismos y llevan como santo texto a la biografía de Maradona.

Se puede ensayar una explicación al hecho de que fuera acá que se fundó el culto, pero probablemente le erraría porque depende de a quién le preguntes. Quizás en esta ciudad que respira fútbol hay miles de razones. Quizás fue porque nos gusta ser los primeros de algo. Quizás, porque se necesitaba un santo al cual rezarle.

Año 24 d.D

Leí por ahí que el bar Nilo, un local tradicional justo en el centro de Nápoles, cuenta con la presencia de una graciosa reliquia. Un pequeño altar de tonalidades azules con un “sagrado cabello milagroso” de Maradona, objeto de peregrinaciones de hinchas y apasionados del fútbol, exhibido junto a un frasquito supuestamente lleno de lágrimas vertidas por los napolitanos en el momento de su despedida. Cada vez que veo por las redes sociales que un conocido viajó a Nápoles, me muero de ganas de estar ahí y le pregunto mil cosas. De todas las ciudades de Dios, siento que esa fue una de la más suya.

Nunca me voy a olvidar del día que conocí a Mario. Un napolitano que venía del sur de Italia a hacer unas pasantías, una especie de intercambio cultural y formativo a Poriajhú. Lo primero que recuerdo fue preguntarle por Diego. Si realmente es así como nos han contado. Si lo consideran el emblema de la batalla contra el norte de la Italia rica. Y él nos preguntó si acá somos tan maradonianos como se dice. Al final del viaje, respondimos afirmativamente a todas las preguntas. Si, somos maradonianos. Y si, allá en el norte italiano de obreros y cordones industriales, también necesitaban un Dios al cual pedirle.

Año 62 d.D

Todas las ciudades de Dios. Todos los Diegos, el Diego. Buenos Aires, Nápoles, Sevilla, Barcelona, Uganda. Diego llevaba consigo la impronta de Dios a ciudades olvidadas. Y, quizás en Uganda significó eso: la dulzura del secreto y la posibilidad de jugar tranquilo, pero también la sensibilidad que lo llevaba a abrazar las improntas de los pueblos. Pero, como dice la frase, no importa tanto lo que el camino hizo con él, ahora que ya no está, sino lo que trasciende: lo que hizo con las ciudades por las que pasó.

En las últimas semanas, la cuenta de Instagram del diez, se limpió. Borraron todo indicio, todo signo del Maradona politizado. El del tatuaje del Che, las visitas a Néstor y Cristina o la presencia en el “No al ALCA” con Chávez. 

Las ciudades nunca son puras y castas. Son sucias. Son bellas. Tienen contradicciones. Empujan amores y odios. Pasiones y angustias. Vida y muerte. Nos gusta pensar a Uganda desde esa lectura: no es una sola, son muchas. Y el Diego también lo fue. Por eso, pensar a qué Uganda llegó Él, no es tarea sencilla. Elegirás a qué salvador rezarle, desde la Uganda donde te persignes. 

Honrar los templos donde predicó y sus mantos sagrados. Ese es uno de los diez mandamientos de la Iglesia Maradoniana, y es un poco lo que intenta hacer esta entrega. Si por Uganda pasó Dios, hay que honrarla por lo que es y reconocer que alguna vez, quizás, no fue sólo una ciudad olvidada.

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Fotografía de Sofía Fernández
Escrito por Sofía Fernández

Sofía Fernández (1992) es periodista. Redacta para Noticias D. Coordina y produce la Revista Posta de Ideas. Trabaja como CM para el centro cultural Estación Cultural, entre otros.

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