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Fin de fiesta

Chau 2022.

Fotografía de Uganda

Por Uganda 30 de diciembre

Hola, ¿cómo estás?

Después de dos años de encierros, restricciones y estados de excepción, el 2022 fue el año en el que, al fin, volvimos. En Uganda eso quiere decir que hubo un nuevo récord de homicidios y recuperación de la actividad económica. 

Todos y todas podemos volver a gozar y padecer la vida en una ciudad que quedó chica. Todos y todas quedamos también un poco resentides. Porque quedamos afuera de algo, olvidados por alguien, corridos de algún lugar. Atrapados en una sociedad de movilidad social estancada, con leve tendencia a la baja. 

El combo lo conoce cualquiera: desprotección, ingresos impredecibles, seguridad inexistente, horizontes semanales. Pero hay que fingir demencia y seguir porque… 

¿Por qué?

Porque es nuestro deber. Por costumbre. Porque tenemos esperanza de que algún suceso dé vuelta la moneda y nos permita salvarnos. Porque si no no sabríamos qué hacer. Todas respuestas son válidas. La resignación no es síntoma: es una causa. La crisis de la crisis es, también, una falta de certezas sobre el origen de nuestras desgracias.

Aventuramos otra hipótesis: hay que seguir porque parar el bocho y respirar tampoco sirve de nada. Estos años de aislamientos y psicosis nos lo demostraron.

En diciembre terminó oficialmente la pandemia de Covid-19 . El Mundial le dio la estocada final. Ya está. Ya fue. Aunque los casos de gripe vuelven a surgir, sólo encontrarán indiferencia. Se terminó ese lapso, que pareció eterno, donde experimentamos el miedo y el aburrimiento, la soledad y la unión colectiva, el apuro por las explicaciones, la sobredosis de teoría, la abundancia de apuntaladores de versiones. 

Casi nada de lo que se aventuró en 2019 terminó resultando. Y nada de lo que se dijo en ese mientras tanto interminable pudo compensarlo. Valga la rima. 

El ocaso de la historia, vaticinado en todos los cuadrantes ugandeses, no tuvo lugar. Las cosas siguieron. El fin preanunciado devino en prolongación. La prolongación en sucesivos postergamientos. Y si decimos que al verano del 23 llegamos arrastrándonos no estaríamos equivocados.

A esta altura ya nada interesa demasiado. Ni la propia crisis. Porque, como un gas invisible, lo invadió todo. Y lo que está en todos lados parece que no existe.  

Hay una sola idea en la cabeza que nos dice, paradójicamente, basta de ideas. 

Tal vez lo peor de estos años haya sido que nos tapó el hastío. Y lo único bueno para hacer, pasado el shock, fue meterse en una. La tan mentada nueva normalidad se parece a lo de antes, pero con un encierro a cuestas. Las secuelas nadie puede saberlas. Una caja de sorpresas: gente que quedó transformada en bombas pequeñitas. 

Esta época también nos enseñó que puede pasar cualquier cosa. Un susto para todos y una exhalación. 

Hay una palabra que se usa en esos casos donde se sabe que hace falta una respuesta, pero no se sabe cuál es esa respuesta: desafíos. 

Pero para eso hay tiempo. 

Ahora queda tirarse al sol y descansar. Lector, lectora, compatriota, amigue, campeones, nos lo merecemos: a disfrutar. 

Nos vemos después del verano.

Fotografía de Uganda
Escrito por Uganda

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