En banda
Hola. Espero que ayer hayas disfrutado de nuestro día. Es bueno celebrar junto a los seres queridos las fechas que nos importan.

Por Marco Mizzi 2 de mayo
Hola. Espero que ayer hayas disfrutado de nuestro día. Es bueno celebrar junto a los seres queridos las fechas que nos importan.
Y ya que hablamos de almanaques: se cumplió un mes de nuestro primer encuentro. Un mes, ¿podés creer? El tiempo es un flujo inestable. Algunas horas, algunos años, son más espesos que el resto. Tienen otra densidad. A veces el pasado sigue pasando después de haber pasado.
Eso nos lleva a la siesta de hoy. Que arranca en 2006.
Estamos en la plaza de la esquina de mi colegio. El Negro Salcedo, uno de 3er año, se la juró a unos rugbiers de 5to. Quedaron en encontrarse a la salida. Los rugbiers son cuatro, son más grandes y son rugbiers: en pocos minutos lo dejan en el suelo. Salcedo escupe y juramenta. A los dos días, un rumor corre en el recreo: El Negro conoce gente que conoce gente. Y mandó a llamar a unos de GSP.
En la mente de cada alumno se cierran persianas imaginarias. Sin embargo a las 13.05 las escaleras de cemento de la plaza Florencio Sánchez están llenas. En el centro del foro, el Negro Salcedo, y a su lado, tres pibes de guardapolvo, pantalones anchos y visera. Son ellos, murmura alguien.
Los pibes de Gran Sensación Popular (GSP) eran los más célebres, pero no existían en soledad. Además de su banda, también estaban los de La Mafia Electrónica. Y los de La Fabela. Y la Banda del Cucha, Ciudad de Dios, El Mando, La Banda de Tablada, Los Ninios Populares… La lista es inagotable. Si tenés entre 25 y 35 años seguro te acordás de alguna otra.
Eran grupitos de amigos y amigas que se embanderaban en chats y fotologs de Terra. Gedían en los pasillos de los shoppings. Robaban a los desprevenidos en los parques. Se amontonaban en las puertas de Sonic, Mediterráneo y Alto Pelado. Se cagaban a trompadas por broncas dudosas. Inspiraban admiración y repudio en partes iguales. Eran temibles. Eran inefables. Tenían un nombre además del propio.
En la primera década del siglo, cientos de adolescentes se afiliaron a bandas así. Otros cientos no formaban parte pero decían que sí, porque pertenecer, incluso en apariencia, era una talismán y una llave para mandar.
Ese mediodía, por ejemplo, no pudimos saber si los que estaban con Salcedo eran o se hacían.
Los rugbiers no aparecen. La multitud se disuelve. El recuerdo también.

Hasta que de golpe es abril de 2022. Fumo un cigarrillo en la puerta de mi trabajo. Estoy teniendo una buena mañana: los números de la nota de Sofía sobre Mundo Aparte andan muy bien. Por eso, cuando pasa Salcedo por la vereda, en vez de saludarlo con la cabeza y dejarlo ir, lo atajo. Le busco charla.
Sale a la conversación aquella pelea con los rugbiers. Pregunto por los de GSP. De dónde los había sacado, si sabe qué fue de la vida de esos pibes.
⸻Sí… No sé… De GSP nunca más curtí con ninguno. Al que seguí viendo de ahí es a J… que estaba en la banda X…⸻ responde, incómodo y se apura a agregar: ⸻Pero no va a querer hablar.
Hay un fusilado que vive. Una memoria que creía sepultada levanta sus orejas en la boca de mi estómago. Le pido el contacto. Al principio Salcedo se niega. Pero insisto tanto que cede. Me pasa un celular. Esa misma tarde llamo.
⸻¿Hola?
El Negro Salcedo me contó que J… tiene un negocio en Gálvez, frente a un frigorífico. Por eso apenas contesta miento. Digo que estoy haciendo una nota sobre el barrio. Quedamos en encontrarnos el sábado por la mañana.
Tengo dos días.
Como un alzado que sale del boliche, empiezo a tirar mensajes para todos lados:
⸻¿Te acordás de esas bandas de pibes de mediados de los dos mil?… Che, vos que anduviste mucho en la calle siempre, ¿conocés alguno de la Mafia Electrónica?… ¿Sabés si los de La Fabela…?
El Elefante, a quien conozco de las tribunas de Argentino, dice no acordarse de nada pero sentencia:
⸻Según entiendo fueron las inferiores de la delincuencia de hoy.
Coincidiendo con él, Miguel Ángel, un ex integrante de La Hinchada Que Nunca Abandona, me cuenta que algunos pibitos de La Banda del Cucha terminaron en la barra de NOB. Después de la anarquía que significó la partida del Pimpi Camino, los pibes ascendieron. Y se constituyeron como la nueva dirigencia: si algo no tolera el poder es el vacío. Cuando le pregunto por algún contacto me dice:
⸻En esa época que ellos eran giles, mandaba yo. Y cuando mataron al Pimpi y me corrí ya no me importaron. Por eso no me acuerdo de ninguno.
Carina, que desde chica anda por Zona Norte, me señala el carácter policlasista de las banditas. Contra el imaginario que quedó de aquella época, en los grupos convivían pibes de distintos sectores:
⸻ En 2008 anduve un tiempo con uno de La Mafia Electrónica. Vivía en una mansión de Alberdi, por calle José Hernández. Era medio piyi, ¿te acordás de los piyis? o sea era un banana bárbaro, pero de mucha mucha guita. Quiero decir que, al menos esos pibes, no eran todos negros cabezas. Había blancos cabezas también, je.
Consigo el número de Fernando, que militó en Ciudad De Dios. Me informa:
⸻Con tu mensaje me hiciste volver el tiempo atrás. Todo el asunto arrancó como en joda y después quedó. Y lo que era joda se volvió algo serio. Sinceramente no se me ocurre por dónde empezar. ⸻ y no me manda más nada.
La última que me responde es Juli, una docente. Me manda un link de un blog que se armó durante un curso de informática: “Esta banda se dedica a ganar un respeto” dice la entrada firmada por un tal Sebastián, que se reconoce como GSP.
La lectura de aquel blog me inspira: si nadie más va a responder, googleo. Me paso horas en internet. Escarbo páginas a las que el algoritmo llega tarde o mal.
Leo notas policiales, como esta sin firma en La Capital, que asegura que “es complejo determinar cuáles son las diferencias que separan a estos grupos. La clave está dada en los sentidos implícitos y derivados del verbo mandar. Sólo basta decir: ‘LME manda’ para instalar las condiciones ideales para una pelea que puede ser verbal o ir más allá de las palabras”..
Me cruzo con canales de YouTube de los Ninios Populares. Ninio Juancito filma a sus amigos caminando por el parque. Ninia Maqi hace collages en Movie Maker con Brillante Sobre El Mic de fondo. Los veo joder. Ser pibes como cualquiera.
Llega el sábado. Estoy en Gálvez, frente al almacén de J… Inspiro, exhalo. Los pulmones se me llenan del aire pesado y rancio del frigorífico. Toco timbre. Alguien se asoma.
El pibe debe tener mi edad pero parece más viejo. Tartamudea. Nunca me mira a los ojos. Es, en una palabra, raro. Todos los que sobrevivieron a algo son así como es él: caminan arrastrando los pies. Aceptan todo lo que les pasa. Las costumbres, los saberes adquiridos, el instinto: nada parece funcionar en ellos. Sólo les queda la rutina. Gestos mecánicos. Como si su vida fuera la cáscara vacía de una vida anterior, más plena.
Me presento. Hablamos un poco del barrio. Enseguida desvío la conversación hacia el tema que me interesa. J… no se sorprende. Parece que nada podría hacerlo. Si un tiranosaurio pasara por la avenida no le causaría más sorpresa que mi pregunta:
⸻¿Cómo era estar en la banda de X….?
Apoya sus manos en el mostrador, estira los pulgares.
⸻Había pibes bu-bu-buenos pero ta-también había de los otros.
⸻¿Hablás con alguno?⸻ insisto.
⸻Muchos se resca-ca-cataron. Hay varios que están tra-trabajando de embarcados, porque es la única que-que encontra-traron. Irse y dejar todo⸻ sacude la palma sobre el hombro. ⸻En cambio, otros….
Dos tipos entran al almacén hablando a los gritos. J… se calla de repente. Vuelvo a la carga.
⸻¿Qué querés decir?
Niega con la cabeza. Y en voz baja me pide que me vaya. Sus ojos van de mi cara hacia los dos que esperan ser atendidos. Me persigo. Busco indicios de peligro. Pero es delirio de J… Los tipos sólo están ahí para comprar un poco de pan, tal vez una cerveza. No mucho más. Me encojo de hombros y me despido. Toda la charla me parece una pérdida de tiempo.

A la madrugada me llega un audio. Es J… Por el tono y el volumen de su voz, es obvio que está re puesto. Lo extraño es que, aunque arrastra las palabras, ya no tartamudea:
⸻ Nosotros fuimos unos capos porque tuvimos todo: fuimos los reyes de la ciudad, y después terminamos en la lona. Rosario hoy por hoy es un infierno y nosotros ayudamos a prenderlo. Y nos quemamos nosotros también, pero qué mierda me importa. Lo importante es que todo está prendido fuego…. A veces tengo miedo. Otras me da orgullo. Y otras me da miedo que me dé orgullo, no sé si me explico…
Que tengas un buen lunes. Nos vemos la semana que viene.


Marco Mizzi (1991) es trabajador de prensa y escritor. Fue redactor en Miradas al Sur y Revista Apología. Publicó folletines de cuentos y poemas, y las novelas City Center (Pesada Herencia, 2017) y Perversidad (Eloísa cartonera, 2020).
Notas relacionadas
-
5 de junio Microdosis de susto
-
22 de mayo Un alquiler de por vida
Por Santiago Beretta
-
8 de mayo Una ciudad por fabricar
-
1 de mayo El mal trabajo