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Dibu Martínez hace terapia

De la angustia del Dibu Martinez a la ansiedad de la clase media y la salud mental en la pobreza. ¿Qué se hace con la cabeza en los lugares donde no alcanza para cubrir las necesidades básicas?

Fotografía de Sofía Fernández

Por Sofía Fernández 5 de diciembre

Muy buen lunes. Nos remontamos a un par de semanas atrás. 

Termina el segundo partido de la selección argentina en Qatar. Acabamos de ganarle a México. Un dos a cero que fue como una cantimplora de agua helada en el desierto.

El verbo escrito en plural me hace pensar en algo: ¿Somos plural en la victoria y en la derrota? En el entretiempo dejamos las uñas en paz un rato. Nos aferramos como sea a ese momento en el que aún todo podía suceder. Lo malo y lo bueno. Como estar al borde del abismo. Una amiga, víctima del estrés habitual en todo estudiante en estos tiempos de finales, me dice: “Si yo estoy sufriendo así por tener que presentarme a una mesa de examen no quiero pensar en ellos que tienen a millones en todo el mundo esperando que los hagan felices”

Casi sin querer nuestro arquero, el que junto con otros nos sostuvo en ese abismo, comentó a un movilero que había tenido que hablar mucho con su psicólogo porque después de los dos goles de Arabia Saudita había quedado mal.

Rápidamente las redes sociales replicaron la frase del Dibu. De repente, una de las personas mas importantes del país en este momento y encima hombre, había dicho que iba a terapia. Y así, miles de personas se sintieron avaladas en su demanda, multiplicando los “viste que tenés que hacer terapia”.

Pero, ¿todos pueden? 

En una reunión con promotoras de género comentan que en los centros de salud barriales es imposible conseguir un turno para un psicólogo. Que te dan solo uno por mes y que se trata de sesiones de media hora. Es decir, quienes no pueden pagar la terapia, difícilmente pueden acceder a ella.

Argentina es el país que un estudio realizado en 2018 lo posicionó en lo más alto del ranking de personas psicoanalizadas. También tiene la mayor cantidad de psicólogos per cápita. La palabra “ansiedad” lidera en buscadores de la post pandemia. Así y todo, una sesión de terapia oscila entre los 2000 y los 2500 pesos. ¿Quiénes son los que acceden? Ahora que la salud mental está en agenda porque La Scaloneta la hace entrar al campo de juego, quizás sea hora de hacer entrar a otros jugadores: a les militantes de la salud mental popular de Casa Pueblo.

Maira me responde con respuestas elaboradas y extensas. No nos vimos, hablamos por WhatsApp. Veo como se prende la pantalla del celular con cada mensaje.

Es sábado a las nueve de la noche. Yo estoy esperando que toque La Renga. Ella, en la previa del Festival de Casa Pueblo que el día posterior deslumbrará en el parque Alem. ¿De la salud mental de los militantes quién habla?, pienso. No paran de trabajar nunca. Le pregunto sobre Casa Pueblo, los espacios de atención y acompañamiento comunitario que fueron abriéndose en los últimos años bajo la órbita del Movimiento Evita. Por ahora cuentan con 73 casas en todo el país. 

Hablo con Maira Cisterna, la Directora de Casa Pueblo en Rosario y con la psicóloga Sofía Chapot y el equipo de Casa Pueblo de San Lorenzo. Me intriga cómo empezar a desandar la denominación de popular que incluyen a la hora de hablar de salud mental

“El acceso a la salud y a las terapias se ve coartado en los barrios populares, hay un modelo de salud hegemónica que no tiene en cuenta las distintas problemáticas que atraviesan los territorios. El Estado pone pocos profesionales y con cantidad de horas insuficientes para la población. Pagar para una terapia psicológica es algo que está pensado para la clase media”, es una de las primeras cosas que me dice Maira. 

Argumentan además que: “Hablamos de salud mental popular porque entendemos que nuestros dispositivos no pueden ignorar las distintas problemáticas que atraviesan les pibes en el territorio. Nos paramos en un paradigma que tiene que ver con tareas de cuidado y reducción de daños. Articulamos para construir comunidad”.

Les consulto qué es de lo que más se habla, qué es lo que ven en los abordajes que hacen en éstos dos territorios distintos pero que al mismo tiempo comparten algo. Porque si bien en los índices de búsqueda, al argentino promedio le preocupa la ansiedad, quizás en los sectores populares las dolencias son afectadas por otros aspectos.

Desde Rosario, Maira me dice: “La violencia en los sectores populares está a la orden del día, son distintas las vivencias en un barrio de la periferia que en el centro de la ciudad. En el abordaje de los consumos problemáticos, tenemos en cuenta sujeto, contexto y sustancia y es a partir de ahí que se construye el acompañamiento. Cada casa cuenta con un equipo interdisciplinario.

Por su parte, Chapot aporta: “En esta configuración actual de diversos malestares y de profundas desigualdades psicosociales, creemos que es fundamental reflexionar sobre una salud mental que suponga resistencia y lucha, que devenga comunitaria y popular; con plena participación de los usuarios/as, quienes tienen que incluirse necesariamente en las acciones y decisiones que los afecten directamente”.

«Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados», dijo el Papa Francisco en medio de la pandemia. “Al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente».

En Pichincha, en una de sus calles más transitadas, hay una pintada que dice: Terapia junto a un corazón. En los barrios populares, no se grafitea esa palabra. Pero en algunos, se traduce en “potrero”, “amigos”, “familia”, “comunidad”. Y también ahora “Casa Pueblo”.

Reflexiono sobre esto. En las mesas que he compartido este año con amistades y colegas, la palabra terapia sobrevoló más de lo habitual. Y también registro que se ha comenzado a hablar en otros espacios, convirtiéndose en una demanda cada vez mayor. Para bregar por un derecho, primero hay que reconocer la necesidad. ¿En todos lados se reconoce a la terapia como algo necesario para salir? Quizás hay que aprovechar el momento en el que el arquero de la selección argentina la reconoce como necesaria para no caer en la trampa de la derrota.

Volviendo a Francisco. El “Nadie se salva solo” con la pandemia se convirtió, además, en un motivo de comunión y una motivación para seguir construyendo desde lo colectivo.

“Lo comunitario es fundamental para que una persona pueda desarrollarse plenamente, ya que sin la construcción de lazos vinculares no se puede concebir prácticamente nada”, expresa el equipo de Casa Pueblo de San Lorenzo. «Nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes, corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show, pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia», decía el Papa al final de ese discurso.

Eso intenté hacer en Uganda. Contar las historias de aquellas personas que tejen y sostienen. Que preparan la cancha, para que cuando sea el momento, podamos transformarlo todo, o al menos algo. Así como el Dibu se apoya en su psicólogo, así como el equipo se apoya en Messi, así como todos nos apoyamos en esa ilusión. Todos necesitamos a alguien a quien llamar para contarle nuestras suerte o nuestra desgracia. En la victoria y en la derrota.

Nos vemos la próxima, cuidense.

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Fotografía de Sofía Fernández
Escrito por Sofía Fernández

Sofía Fernández (1992) es periodista. Redacta para Noticias D. Coordina y produce la Revista Posta de Ideas. Trabaja como CM para el centro cultural Estación Cultural, entre otros.

1 Comentario
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Kupi
6 meses antes

Esta bueno hablar de terapia, más aún lo está hablar de que las afectaciones psicológicas devienen muchas veces de malestares sociales y colectivos. Digo, en los 90 te mandaban a un sindicato no a terapia. La capitalización del malestar como una expresión individual es justamente una lógica impuesta, muchas veces mercantilizada que de necesidades no nació, no hay que disfrazar de solución o asistencia.
Hay que reconocer que la terapia es buena, pero como dice la triada de reducción de daños: Persona, sustancia y contexto social.
Se supone el contexto como lo próximo al sujeto pero se deja de lado los factores que reproducen la miseria y la violencia en los barrios por ejemplo, y si se habla de ello se desestima como una cuestión política como si la salud mental colectiva no dependiese de las certezas e incertezas diarias que como sociedad nos atraviesa.

Tener 2 o 3 trabajos, no poder previsibilidad para el uso del salario, no conocer la Concepción de movilidad social por no existir, limitarse a pagar lo que el mercado inmobiliario dice y estar despojados de una casa propia no son cuestiones psicológicas, sino sociales que afectan lo psicológico. Ahora, individualizar esto es peligroso, por eso esta bueno reconocer las experiencias comunitarias y colectivas sin únicamente alentar la terapia individual y clínica.
Por otro lado, en un país acoplado de trasnacionales de fármacos hay que revisar si no somos el ratón de prueba de la mayoría de sus productos. Cada vez más «clase media» usando fármacos y dependiendo de ellos. En el barrio la «clase baja» los mezcla con vino como recreación porque sale más barato que el porro y la merca

Imagen ilustrativa

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